domingo, 10 de diciembre de 2017

LAS SIETE REGLAS DE PARACELSO PARA LA VIDA

LAS SIETE REGLAS DE PARACELSO PARA LA VIDA

1.- Lo primero es mejorar la salud.– Para ello hay que respirar con la mayor frecuencia posible, honda y rítmica, llenando bien los pulmones, al aire libre o asomado a una ventana. Beber diariamente en pequeños sorbos, dos litros de agua, comer muchas frutas, masticar los alimentos del modo más perfecto posible, evitar el alcohol, el tabaco y las medicinas, a menos que estuvieras por alguna causa grave sometido a un tratamiento. Bañarte diariamente, es un habito que debes a tu propia dignidad.
2.- Desterrar absolutamente de tu ánimo, por mas motivos que existan, toda idea de pesimismo, rencor, odio, tedio, tristeza, venganza y pobreza. Huir como de la peste de toda ocasión de tratar a personas maldicientes, viciosas, ruines, murmuradoras, indolentes, chismosas, vanidosas o vulgares e inferiores por natural bajeza de entendimiento o por tópicos sensualistas que forman la base de sus discursos u ocupaciones.
La observancia de esta regla es de importancia decisiva: se trata de cambiar la espiritual contextura de tu alma. Es el único medio de cambiar tu destino, pues este depende de nuestros actos y pensamientos. El azar no existe.
3.- Haz todo el bien posible. Auxilia a todo desgraciado siempre que puedas, pero jamás tengas debilidades por ninguna persona. Debes cuidar tus propias energías y huir de todo sentimentalismo.
4.- Hay que olvidar toda ofensa, mas aun: esfuérzate por pensar bien del mayor enemigo. Tu alma es un templo que no debe ser jamás profanado por el odio. Todos los grandes seres se han dejado guiar por esa suave voz interior, pero no te hablara así de pronto, tienes que prepararte por un tiempo; destruir las superpuestas capas de viejos hábitos, pensamientos y errores que pesan sobre tu espíritu, que es divino y perfecto en si, pero impotente por lo imperfecto del vehículo que le ofreces hoy para manifestarse, la carne flaca.
5.- Debes recogerte todos los días en donde nadie pueda turbarte, siquiera por media hora, sentarte lo más cómodamente posible con los ojos medio entornados y no pensar en nada. Esto fortifica enérgicamente el cerebro y el Espíritu y te pondrá en contacto con las buenas influencias. En este estado de recogimiento y silencio, suelen ocurrírsenos a veces luminosas ideas, susceptibles de cambiar toda una existencia. Con el tiempo todos los problemas que se presentan serán resueltos victoriosamente por una voz interior que te guiara en tales instantes de silencio, a solas con tu conciencia. Ese es el daimon de que habla Sócrates.
6.- Debes guardar absoluto silencio de todos tus asuntos personales. Abstenerse, como si hubieras hecho juramento solemne, de referir a los demás, aun de tus más íntimos todo cuanto pienses, oigas, sepas, aprendas, sospeches o descubras. por un largo tiempo al menos debes ser como casa tapiada o jardín sellado. Es regla de suma importancia.
7.- Jamás temas a los hombres ni te inspire sobresalto el día de mañana. Ten tu alma fuerte y limpia y todo te saldrá bien. Jamás te creas solo ni débil, porque hay detrás de ti ejércitos poderosos, que no concibes ni en sueños. Si elevas tu espíritu no habrá mal que pueda tocarte. El único enemigo a quien debes temer es a ti mismo.
El miedo y desconfianza en el futuro son madres funestas de todos los fracasos, atraen las malas influencias y con ellas el desastre. Si estudias atentamente a las personas de buena suerte, veras que intuitivamente, observan gran parte de las reglas que anteceden. Muchas de las que allegan gran riqueza, muy cierto es que no son del todo buenas personas, en el sentido recto, pero poseen muchas virtudes que arriba se mencionan. Por otra parte, la riqueza no es sinónimo de dicha; Puede ser uno de los factores que a ella conduce, por el poder que nos da para ejercer grandes y nobles obras; pero la dicha más duradera solo se consigue por otros caminos; allí donde nunca impera el antiguo Satán de la leyenda, cuyo verdadero nombre es el egoísmo.


“La suerte no existe y el destino depende
de los propios actos y pensamientos”

“Cuando el alma está fuerte y limpia, todo sale bien.
Jamás creerse solo, ni débil.
El único enemigo a quien se debe temer es a uno mismo.
El miedo y la desconfianza en el futuro son madres
funestas de todos los fracasos,
atraen las malas energías y con ellas el desastre”
Paracelso

Paracelso, el médico, alquimista, viajero y erudito heterodoxo del que hemos hablado en este artículo, dejó formuladas 7 reglas para una vida con sentido que se adelantan significativamente a su tiempo.

O mejor dicho, que confirman que los antiguos conocían perfectamente la relación entre cuerpo y psique mucho antes que la moderna psicoinmunología demostrase los efectos bioquímicos de las emociones en nuestra salud.

En sus reglas, Paracelso habla de una salud holística, de la importancia de los pensamientos positivos y de estar conectados con nuestro interior, del valor del silencio y la discreción, como también afirmaba Sócrates en sus tres tamices, de la confianza en la Vida y por supuesto, de ser buenas personas.

Sabias palabras del siglo XV, perfectamente aplicables al mundo del siglo XXI:


1. Lo primero es mejorar la salud

Decía que para ello hay que respirar profunda y rítmicamente al aire libre, llenando bien el abdomen. Beber diariamente en pequeños sorbos, dos litros de agua, comer muchas frutas, masticar los alimentos del modo más completo posible, evitar el alcohol, el tabaco y la automedicación, así como bañarse diariamente.

2. Desterrar absolutamente del estado de ánimo, por más motivos que existan, toda idea de pesimismo, rencor, odio, tedio, tristeza, venganza y de pobreza.

O sea, para ello debe huirse, como de la peste, de toda ocasión de tratar a personas maldicientes, viciosas, ruines, murmuradoras, indolentes, chismosas, vanidosas, vulgares, o que la base de sus ocupaciones y conversaciones sean tópicos no éticos ni morales. Esta regla es de importancia decisiva, por cuanto se trata de cambiar la contextura espiritual del alma. La suerte no existe y el destino depende de los propios actos y pensamientos.

3. Hacer todo el bien posible

Esto es, auxiliar a todo desgraciado siempre que se pueda, pero jamás tener debilidades por ninguna persona. Cuidar las propias energías y huir de todo sentimentalismo hueco.

4. Olvidar toda ofensa, más aún: esforzarse por pensar bien siempre

Por ejemplo, todos los grandes seres se han dejado guiar por esa suave voz interior. Hay que destruir todas las capas superpuestas de viejos hábitos, pensamientos y errores que enmascaran la profunda esencia del ser, que es perfecta.

5. Recogerse todos los dias, por lo menos media hora, en donde nadie pueda perturbar

Explica que eso fortifica enérgicamente el cerebro y pone en contacto con las buenas energías. En ese estado de recogimiento y silencio, suelen surgir a veces ideas luminosas, que con el tiempo uno se llega a percatar que fueron un elemento fundamental para la solución de problemas. Y es que ellas brotan de esa dimensión profunda y honda del ser humano a la que Sócrates llamaba daimon.

6. Guardar silencio de todos los asuntos personales

O sea, abstenerse, como si se hubiese hecho un juramento solemne, de referir a los demás, todo cuanto se piense, se oiga o se descubra, hasta tanto se verifique, compruebe o se tenga la completa certidumbre.

7. Jamás temer a los seres humanos, ni que inspire sobresalto la palabra “mañana”


Decía Paracelso, que cuando el alma está fuerte y limpia, todo sale bien. Jamás creerse solo, ni débil. El único enemigo a quien se debe temer es a uno mismo. El miedo y la desconfianza en el futuro son madres funestas de todos los fracasos, atraen las malas energías y con ellas el desastre. Si se estudia atentamente a las personas triunfadoras, se verá que intuitivamente observan gran parte de las reglas que anteceden. Por otro lado, la riqueza no es sinónimo de dicha. Puede ser uno de los factores que conduzcan a ella, por el poder que ofrece para hacer buenas obras; pero la dicha más duradera solo se consigue por otros caminos; allí donde nunca impera el antiguo Satán de la leyenda, cuyo verdadero nombre es egoísmo. Jamás debe quejarse uno de nada, hay que dominar los sentidos; huir tanto de la autocompasión como de la vanidad. La autocompasión sustrae fuerzas y la vanidad las paraliza

jueves, 7 de diciembre de 2017

PYTHON fibonacci PYTHON 3 for metro

These are two programs to create fibonacci series in Python

Python 3.3.0+ (win8app, Dec 27 2012, 21:43:37) [MSC v.1700 32 bit (Intel)] on win32
Type "help", "copyright", "credits" or "license" for more information.
>>> [1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55, 89, 144, 233, 377, 610, 987, 1597, 2584, 4181, 6765, 10946, 17711, 28657, 46368, 75025, 121393, 196418, 317811, 514229, 832040, 1346269, 2178309, 3524578, 5702887, 9227465, 14930352, 24157817, 39088169, 63245986, 102334155, 165580141, 267914296, 433494437, 701408733, 1134903170, 1836311903, 2971215073, 4807526976, 7778742049, 12586269025, 20365011074, 32951280099, 53316291173, 86267571272, 139583862445, 225851433717, 365435296162, 591286729879, 956722026041, 1548008755920, 2504730781961, 4052739537881, 6557470319842, 10610209857723, 17167680177565, 27777890035288, 44945570212853, 72723460248141, 117669030460994, 190392490709135, 308061521170129, 498454011879264, 806515533049393, 1304969544928657, 2111485077978050, 3416454622906707, 5527939700884757, 8944394323791464, 14472334024676221, 23416728348467685, 37889062373143906, 61305790721611591, 99194853094755497, 160500643816367088, 259695496911122585, 420196140727489673, 679891637638612258, 1100087778366101931, 1779979416004714189, 2880067194370816120, 4660046610375530309, 7540113804746346429, 12200160415121876738, 19740274219868223167, 31940434634990099905, 51680708854858323072, 83621143489848422977, 135301852344706746049, 218922995834555169026, 354224848179261915075, 573147844013817084101]

programa 1

def fibonacci(contador,n,p1,p2):
 var = ""
 if(contador!=n):
  var=fibonacci(contador+1,n,p2,p1+p2)
  var=str(p2)+" "+var
 return var
n = 500
if(n>0):
 a=fibonacci(0,(n-1),0,1)
 print ("0 "+a)

programa 2

fibonacci=[]
x=0
y=1
num = 100
for n in range(num):
    fibonacci.append(x+y)
    aux = x + y
    x = y
    y = aux
print(fibonacci)

>>> 0 1 1 2 3 5 8 13 21 34 55 89 144 233 377 610 987 1597 2584 4181 6765 10946 17711 28657 46368 75025 121393 196418 317811 514229 832040 1346269 2178309 3524578 5702887 9227465 14930352 24157817 39088169 63245986 102334155 165580141 267914296 433494437 701408733 1134903170 1836311903 2971215073 4807526976 7778742049 12586269025 20365011074 32951280099 53316291173 86267571272 139583862445 225851433717 365435296162 591286729879 956722026041 1548008755920 2504730781961 4052739537881 6557470319842 10610209857723 17167680177565 27777890035288 44945570212853 72723460248141 117669030460994 190392490709135 308061521170129 498454011879264 806515533049393 1304969544928657 2111485077978050 3416454622906707 5527939700884757 8944394323791464 14472334024676221 23416728348467685 37889062373143906 61305790721611591 99194853094755497 160500643816367088 259695496911122585 420196140727489673






domingo, 3 de diciembre de 2017

Guerilla Open Access Manifesto

Guerilla Open Access Manifesto 

Information is power. But like all power, there are those who want to keep it for 

themselves. The world's entire scientific and cultural heritage, published over centuries in books and journals, is increasingly being digitized and locked up by a handful of private corporations. Want to read the papers featuring the most famous results of the sciences? You'll need to send enormous amounts to publishers like Reed Elsevier. There are those struggling to change this. The Open Access Movement has fought valiantly to ensure that scientists do not sign their copyrights away but instead ensure their work is published on the Internet, under terms that allow anyone to access it. But even under the best scenarios, their work will only apply to things published in the future. Everything up until now will have been lost. That is too high a price to pay. Forcing academics to pay money to read the work of their colleagues? Scanning entire libraries but only allowing the folks at Google to read them? Providing scientific articles to those at elite universities in the First World, but not to children in the Global South? It's outrageous and unacceptable. "I agree," many say, "but what can we do? The companies hold the copyrights, they make enormous amounts of money by charging for access, and it's perfectly legal — there's nothing we can do to stop them." But there is something we can, something that's already being done: we can fight back. Those with access to these resources — students, librarians, scientists — you have been given a privilege. You get to feed at this banquet of knowledge while the rest of the world is locked out. But you need not — indeed, morally, you cannot — keep this privilege for yourselves. You have a duty to share it with the world. And you have: trading passwords with colleagues, filling download requests for friends. Meanwhile, those who have been locked out are not standing idly by. You have been sneaking through holes and climbing over fences, liberating the information locked up by the publishers and sharing them with your friends. But all of this action goes on in the dark, hidden underground. It's called stealing or piracy, as if sharing a wealth of knowledge were the moral equivalent of plundering a ship and murdering its crew. But sharing isn't immoral — it's a moral imperative. Only those blinded by greed would refuse to let a friend make a copy. Large corporations, of course, are blinded by greed. The laws under which they operate require it — their shareholders would revolt at anything less. And the politicians they have bought off back them, passing laws giving them the exclusive power to decide who can make copies. There is no justice in following unjust laws. It's time to come into the light and, in the grand tradition of civil disobedience, declare our opposition to this private theft of public culture. We need to take information, wherever it is stored, make our copies and share them with the world. We need to take stuff that's out of copyright and add it to the archive. We need to buy secret databases and put them on the Web. We need to download scientific journals and upload them to file sharing networks. We need to fight for Guerilla Open Access. With enough of us, around the world, we'll not just send a strong message opposing the privatization of knowledge — we'll make it a thing of the past. Will you join us? Aaron Swartz
July 2008, Eremo, Italy

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